jueves, 16 de agosto de 2007

01-004

01-004

Josquin Desprez, quizá el mayor compositor del alto renacimiento, tomaba el canto llano no como un cantus firmus de notas prolongadas, sino como una fuente de ideas melódicas. Esta nueva manera de concebir y controlar el espacio musical fue acogida con entusiasmo por la generación posterior y alcanzó su expresión culminante en la música sagrada de Giovanni Pierluigi da Palestrina —su Misa de beata virgine basada en un canto llano (publicada en 1570) emplea la misma técnica—, hecho que se prolongó con un creciente sentido del arcaísmo a lo largo de los siglos XVII y XVIII.
De lo que se trata es de exponenciar la voz melódica no con procedimientos monódicos sino polifónicos. Que la secuencia comience después, que mientras una voz asciende otra desciende, etc. En en ejemplo que escucharemos esto se expande en un coro masculino a 4 voces, lo que deberíamos escribir (4) sin otro soporte estructural que la mismas voces que se van desplegando.

En el año 1497 fue encontrado el cadáver del Duque de Gandía, el hijo más querido del Pontífice Alejandro VI fue encontrado en el Tíber. Josquin Despres escribe un Motete inspirado en este hecho, y lo titula: "Absalom, hijo mio".La idea argumental del texto del motete se extrae de la Bíblia, basándose en las escrituras de Samuel sobre la lamentación del Rey David en función de la muerte de su hijo Absalon. Esta es la letra del Motete:

Absalon fili mi,
quis det ut moriar pro te, Absalon?
Non vivam ultra,
sed descendam in infernum plorans.


Lo traduzco:

Absalon hijo mío,
¿qué hubiera dado por morir en tu lugar, Absalon?
No viviré más,
sino que descenderé al infierno, llorando.

El que se lamenta es el mismo David. Esta lamentación puede ubicarse en el texto bíblico. Pero no sólo este lamento encuentra su causa en una muerte que no se pudo evitar, sino también que puede pensárse como un ruego por ocupar el lugar del hijo, muerto. Pero la segunda parte del texto, si bien comienza desprendiendo una conclusión más que obvia, a continuación del ruego, agrega algo más, y no precisamente el desconsuelo, las lágrimas, sino el acto de descender al infierno. Este plus no se encuentra en el texto bíblico, ¿porqué se le ocurriría al mismísimo David descender al infierno? Una interpretación posible es que se supone que ese es el sitio que le espera al hijo, pero esta interpretación supone intercambiar rápidamente el lugar del hijo -en tanto habla quien se reconoce como padre del difunto-, con el sitio que le espera a Absalon en tanto pecador -o incluso en tanto "mal parido", diría el vulgo. Pero esto último es lo no aceptado por David, subrayemos que el texto del motete aprovecha la oportunidad para "hacerlo pasar" y en esto radica la fuerza del (4), la superpoción de las voces desplazadas: provocan a la vez un eco y un “velo”.
Más allá de esta sutileza, el infierno no aparece en el texto de Samuel, está en el horizonte de los pecadores cristianos, en la actualidad renacentista de Despres -que en esa época dirigía el coro de la Capilla Papal.- y obviamente en la contemporaneidad subjetiva de su Papa, severamente cuestionado socialmente en esos años por algunos de sus actos. No entraremos en la polémica historia de los hechos, simplemente dejamos entrever que la confusión del lugar del hijo y del sitio del pecador, deja entrever -censura mediante- la posición de Despres en los hechos políticos de su tiempo. Pero ¿cómo no escuchar la diferencia del fraseo en la palabra “Abssalon fili mi” que se destaca en la textura de la superposición de voces o también el “non vivan ultra” en el medio de la composición, respecto de “descendan in infernun” que se disipa, por así decir en la textura final entre el “sed” y el “plorans”.

Escuchemos

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